La crónica nos cuenta una historia diferente sobre los asaltos.
¿Y qué?
¿Qué sentido tiene teorizar en cuestiones como el “vacío existencial”, el “malestar juvenil”, la “crisis de valores” o no?
La única verdad desolada es que cualquiera puede convertirse en un agresor o asesino en cualquier momento.
Los llamados “habituales”, sociópatas, psicópatas, son en cierto modo los menos difíciles de manejar.
La mayoría de nosotros somos instintivamente capaces de reconocerlos cuando los encontramos.
El problema es que a menudo son golpeados por aquellos que no se espera que lo hagan.
Tal vez sea ese distinguido caballero con el que acabamos de empezar a discutir sobre el estacionamiento habitual, o es el vecino habitual que hemos discutido varias veces sobre la pérdida de agua habitual o el ruido que hacen los niños.
De repente, el caballero en cuestión, de quien no esperaríamos más que un turpiloquio banal (además moderado, dado el destino común del género de “gente civilizada”), transforma, y la bestia que está en él se manifiesta con toda su ferocidad y nos abruma …
No sabemos por qué la bestia estuvo en él y cuánto tiempo, pero estuvo allí.
En otras palabras, la prevención de actos violentos parecería imposible, un poco como predecir terremotos.
En parte es cierto, incluso si hay un componente importante que la gente olvida con demasiada frecuencia: el comportamiento violento de los demás está a su vez determinado por nuestras acciones, voluntarias o no, conscientes o no.
En todos los casos de noticias a los que me he referido, siempre ha habido un componente de provocación (sea cual sea el lado del que provenía) junto con un componente de subestimación de riesgo por cualquiera de los dos.
Ahora veremos cómo.
La prevención puede ser,siempre que los pensamientos, comportamientos y actitudes favorables a la prevención sean automáticos.
El primer pensamiento que debería ser impreso en letras de fuego en la cabeza de todos es el siguiente:
¡Nunca conoces a la clase de persona que tienes delante!
Esto siempre es cierto con todos, ya que, muy a menudo, la violencia proviene de personas conocidas.
No es sólo el caso del mencionado dirimpettaio el que se convierte en hombre lobo.
El problema puede surgir mucho más cerca, incluso dentro de los mismos muros domésticos, si es cierto que, especialmente en el caso de la violencia contra las mujeresy losniños, lagran mayoría de los casos son obra de esposos, convivientes, padres, madres, parientes o personas cercanas a la familia.
A veces te das cuenta de que el compañero de tu vida ya no es la persona que una vez conoció.
O, más sencillamente, no nos dimos cuenta, no habíamos visto o banalmente, la gente cambia y con el tiempo no se dice que mejoren, por el contrario, en general sucede más fácilmente lo contrario y que la gente empeora.
Así que sucede que, casi sin notar, o porque fingimos no ver, un día nos vemos obligados a abrir los ojos, y generalmente ya es tarde.
Si esto es cierto, y testifica la dificultad del hombre para entenderse incluso a sí mismo, y mucho menos en el caso de encuentros ocasionales.
La falsa seguridad de vivir en una “sociedad civilizada”, combinada con la subestimación del otro, puede jugar trucos.
Eso dicen las crónicas.
El mismo razonamiento también se aplica en aquellos casos en los que la violencia parece resultar sin relaciones aparentes entre la víctima y el agresor: es el caso de robos o violaciones por parte de extraños.
Incluso en estos casos, sin embargo, no hay aleatoriedad real.
Elagresor,de hecho, ‘escogió’ a su víctima y la víctima, por su parte, tomó su decisión.
En varias ocasiones, me he referido a uno de los elementos más importantes y ignorados: el relativo a los aspectos rituales y comunicativos que casi siempre preceden a una agresión física.
Al analizarlos es posible establecer las tácticas más apropiadas para evitar o reducir el riesgo de tropezar con un evento de este tipo.
Contents
- 1 Todo esto, en retrospectiva, puede haber planteado la conclusión de que “te encontraste en el lugar equivocado, en el momento equivocado y con la persona equivocada”, pero, en mi opinión, faltaban dos cosas vitales:
- 2 Tener dei comportamientos apropiados
- 3 ¿Qué tiene que ver la capacidad de comunicarse con la seguridad personal?
- 4 Siempre tenga una clave para leer la situación
- 4.1 Evalúe su propensión o no se lastime basándose en tres criterios simples:
- 4.2 En otras palabras, los que atacan deben ser capaces de hacerlo, y para ello necesitan algunas cosas, incluyendo:
- 4.3 En resumen, si usted está en presencia de una situación similar, hágase tres preguntas simples inmediatamente:
En la vida de cada uno de nosotros pueden surgir situaciones típicas donde banalmente se pueden crear situaciones potencialmente capaces de conducir a tensiones o intrínsecamente peligrosas:
- Conducir en tráfico congestionado
- Frecuentes lugares oscuros y aislados
- Realización de trabajos peligrosos (por ejemplo, controladores en trenes y autobuses)
- Cruzar barrios en riesgo
- Encuentros con personas deterioradas por el alcohol y las drogas
- Peleas fortuitas con extraños y no
- Encuentros con el “rebaño”
- Otros y posibles
En todas las situaciones que desde entonces han degenerado en agresiones o peleas, ha habido una serie de acciones por parte de uno o ambos bandos que, al menos, no han logrado eliminar el riesgo inherente a la situación misma.
Con demasiada frecuencia, ha habido omisiones de “leer” la situación, el contexto y el informe, que, además de la tensión inherente del momento, no han desactivado un proceso de escalada o un mecanismo de “oportunidad” favorable al agresor…
Si lees las experiencias y testimonios que he recogido, en todos los casos que han degenerado, la persona atacada había cometido uno o más de estos errores:
No había evaluado adecuadamente el contexto o el entorno físico en el que estaba
No había dado peso a algunos elementos sospechosos del comportamiento del futuro agresor
Ella se había permitido participar en un juego de acusaciones, recriminaciones y reclamos
O había adoptado actitudes que “facilitaron” a una persona decidida a atacar
Todo esto, en retrospectiva, puede haber planteado la conclusión de que “te encontraste en el lugar equivocado, en el momento equivocado y con la persona equivocada”, pero, en mi opinión, faltaban dos cosas vitales:
- Tener comportamientos apropiados
- Tener las claves de lectura apropiadas para la situación
Tener dei comportamientos apropiados
Todos sabemos que hay personas que parecen tener una fuerte propensión a meterse en problemas.
También se sabe que, si uno se pregunta por qué una persona habitualmente tropieza con estos “incidentes”, la respuesta invariablemente será “su forma de hacer las cosas”, “su forma de responder”, destacando lo que es una verdad simple e incontrovertible:
son nuestros comportamientos, nuestra forma de hablar, de mirar a la gente, los quenos predisponen a las reacciones de otras personas.
Saber hacer lo correcto en el momento adecuado es claramente el elemento clave de cualquier forma de éxito, así como la supervivencia.
El punto es, excepto por algunos comportamientos innatos, casi todo lo que sabemos hacer o decir tiene que ser aprendido de alguna manera.
De esto se deduce que todos los comportamientos útiles para mantenernos fuera de problemas deben ser enseñados a nosotros por alguien… ¿Pero por quién?
De la familia en primer lugar, pero los padres, a menudo y a pesar de sí mismos, sólo pueden transmitir su analfabetismo en este asunto.
¿La escuela?
Olvídalo, es raro que él se encargue de ello.
Después de todo, ¿vivimos o no vivimos en un país civilizado, con un orden establecido, con un sistema de leyes protegido por el ciudadano honrado?
Si es así, la educación para proveerse a sí mismo simplemente se convierte en secundaria, generando ciudadanos indefensos y descuidados frente a la primera amenaza, aunque ocasional.
Sin embargo, no debe ser tan secundario enseñar normas de comportamiento apropiadas, ya que en el sitio web de los carabineros o la policía estatal no hay falta de páginas de consejos prácticos (algunos apropiados, otros decididamente superficiales) para mejorar su seguridad personal.
En resumen, como siempre, para las cosas esenciales, aunque solemnemente consagradas en las leyes y constituciones como los derechos del individuo, debemos armarnos de paciencia, sentido común y proveernos a nosotros mismos.
Sentido común, de hecho.
Puesto que no todo el mundo está dotado de ella de la misma manera, hay reglas simples, aparentemente obvias, que por sí solas podrían evitar situaciones muy desagradables: no frecuentar lugares oscuros, aislados, notoriamente infames, personas extranjeras, etc. por su cuenta.
En definitiva, el clásico “consejo de la abuela”.
Pero, ¿qué pasa con el hecho de que, especialmente en el caso de la violencia contra las mujeres o los niños, el agresor es más a menudo que no una persona de la familia o en cualquier caso en el círculo de conocidos?
En tales casos, los consejos comunes y el sentido común ya no son suficientes.
Entre ellos, sugeriría la capacidad de comunicarse adecuadamente y la capacidad de observar el medio ambiente y las personas que nos rodean.
¿Qué tiene que ver la capacidad de comunicarse con la seguridad personal?
Es muy importante, porque en realidad todo acto de violencia nunca debe ser considerado como un evento aislado, sino como resultado de una secuencia de intercambios comunicativos con la relativa atribución de roles por parte de los protagonistas.
Es bien sabido que la mayoría de los ataques van acompañados de una secuencia de acciones de la víctima y el agresor, según una lógica ritual precisa que encaja uno y otro en un juego cuyo resultado inevitable es la derrota de uno de los dos.
En este contexto, la misma forma en que la futura víctima interactúa con su verdugo juega un papel central: puede ser de una manera agresiva, de resistencia yreacción, o de manera pasiva,esperando que una actitud sumisa limite la furia del otro y por lo tanto el daño.
Sin embargo, ambas formas pasivas y agresivas de abordarlo tienen limitaciones obvias: aquellos que se comunican agresivamente, solicitan participar en un proceso de escalada que fácilmente terminará en confrontación.
Todo el mundo habrá sido testigo de una disputa sobre las cuestiones de tráfico: ambas partes consideran sus razones sagradas e indispensables, la “cuestión de principio” se convierte en el buque insignia de toda la cuestión.
De hecho, es sóloel EGO de los dos el que se enfrenta, el miedo a aparecer menos, el miedo a llegar a un acuerdo con una imagen de sí mismo degradado por la derrota o la rendición.
Y así, para una “cuestión de principio” los dos terminan tomando por el cuello, con un resultado impredecible.
No es mejor para aquellos que, por miedo o inferioridad física, renuncian a la lucha, con la esperanza de esta manera de apaciguar la agresión de los demás en el brote.
¡Error! ¡Error! ¡Error!
Una actitud condescendiente y rindantia no sólo no garantiza que el otro no enfurecerá, sino que, por el contrario, abre el camino a aquellos que buscan una víctima sobre la que desahogar su resentimiento, su ira o simplemente sus intenciones criminales.
No sólo hay una forma pasiva y agresiva de lidiar con los conflictos, sean cuales sean.
Hay un modo intermedio de autoestima y respeto por los demás, el modo asertivo.
Las personas que actúan y se comunican de esta manera apenas están involucradas en altercados y, si están en problemas, les resulta más fácil que otros salir de ella.
En la práctica, todas las técnicas de desescalada se basan en el concepto de asertividad.
El concepto es simple:
tener respeto por los demás, sin faltarle el respeto.
Tienes que comunicarte que te respeto pero lucharé hasta el final para hacerme respetar.
Trabajando por el compromiso y la resolución de problemas, aprenda a negociar de manera recíproca y no unilateral, sea constructivo, firme pero no arrogante, no juzgue a quién se enfrenta.
Las personas acostumbradas a comportarse de manera asertiva, tienen una serie de características valiosas, una de las cuales es la capacidad de observar y entender a los demás.
La capacidad de observación es un elemento fundamental para protegerse a sí mismo.
Después de todo, los buenos policías han desarrollado una habilidad instintiva para entender con una mirada quiénes son frente a.
Por supuesto, no todo el mundo tiene esta habilidad, aunque mucho se puede aprender con simple curiosidad y atención al detalle.
De hecho, la persona atenta promedio es perfectamente capaz de entender cuando un encuentro ocasional está en riesgo o no.
Más allá de las palabras pronunciadas o las circunstancias relacionadas con el lugar de la reunión (por ejemplo, una subestación), una gran cantidad de información nos llega del lenguaje corporal,que traiciona las intenciones reales de una manera elocuente y difícil de ocultar.
El problema es que este “sexto sentido” a menudo se activa demasiado tarde, cuando la persona en riesgo está demasiado cerca para intentar un retiro estratégico y usted está atrapado.
La razón es que con demasiada frecuencia, el individuo promedio no utiliza un nivel de atención apropiado a las circunstancias, ya sea por falta de hábito, o porque considera circunstancias (como estar en una calle oscura y desolada, donde las sombras perturbadoras se deslizan) no merecen una atención especial.
En resumen, la prevención se lleva a cabo por un lado aprendiendo a estar relacionado con los demás (así evitarás ser víctima de provocación o ser los provocadores de tu atacante tú mismo), por otro, evitando ponerte en esa desventaja que es explotada especialmente por los llamados “habituales” para elegir a sus víctimas.
A este respecto, una capacidad de observación y evaluación ambiental que siempre está en funcionamiento es una salvaguardia esencial para la seguridad personal.
Estar despierto, básicamente.
Hay una multitud de ejemplos negativos a este respecto:
- Hay personas despreocupadas a través de los parques por la noche, tal vez con el Smartphone con Spotify bombeando música fuerte en sus oídos.
- Hay damas que se aventuran solas en plantillas en ciertos estacionamientos desiertos, luego se detienen frente al coche cerrado rebuscando a través de la bolsa, de manera inconclusa, buscando llaves o deteniéndose para responder a un mensaje fuera o dentro del coche, etc.
- Hay parejas que, descartadas la opción de tener sexo de pie, pertenecen a ciertos callejones de cine de terror que confían en la protección efímera de su coche.
La realidad es que el delincuente habitual, el que actúa sistemáticamente con fines de robo, robo o secuestro, observa y selecciona a sus víctimas en base a dos criterios básicos:
- sobre la posibilidad de obtener lo que quiere y
- sobre la posibilidad de actuar por sorpresa o con el menor riesgo.
El factor sorpresa es tan fundamental que casi todos los cursos de autodefensa insisten mucho en la necesidad de tener siempre un nivel de guardia adecuado a las circunstancias, tal vez utilizando un esquema de color que nos ayude a discernir el peligro inminente.
Si quisiéramos resumir todo con un eslogan podríamos usar esta máxima:
Una actitud relajada pero vigilante es evidente por el comportamiento y los gestos, que representan la primera protección para la seguridad personal
Recuerda siempre que la sorpresa es el primer aliado de un posible agresor.
Este personaje casi siempre busca una víctima y no una pelea.
Es por eso que siempre analizas y evalúas el entorno que te rodea.
Deja claro a los que te rodean que los has notado
La capacidad de comunicarse, observar y evaluar siempre es útil y no sólo en la calle.
Muchos crímenes tienen lugar en el círculo familiar “tranquilizador” o, en cualquier caso, en personas conocidas, de las que no se esperaba un comportamiento violento.
¿Pero siempre es verdad?
La mayor parte de la violencia contra las mujeres tiene lugar por parte de sus propios maridos o ex maridos.
Si escuchas las historias de estas mujeres, lo primero que surge es que detrás del episodio dramático único, hay una larga historia de violencia psicológica, amenazas y acoso.
¿Realmente no había que esperar un trágico desenlace de ciertas relaciones familiares?
Con demasiada frecuencia, todo se deriva de un clima continuo de dominación, tanto que el aspecto más delicado e inquietante radica precisamente en entender lo que impulsa a las personas, las víctimas y los verdugos, a permanecer conectados incluso cuando se han perdido los criterios más elementales de respeto mutuo y estima.
A veces hay casos de mujeres que sufren el inevitable curso de la violencia doméstica por parte de su marido alcohólico, sin parecer que lo logran, no se puede hacer nada para detener la explosión de la violencia.
Incluso en estos casos, un estilo de comunicación asertivo ayudaría tanto para devolver los conflictos inevitables a la lógica de la confrontación constructiva como, cuando esto no sea posible, a atemperar la tensión lo suficiente como para evitar consecuencias extremas.
A veces la futura víctima no observa el contexto y se comunica con el otro inapropiadamente, con insistencia innecesaria o con recriminaciones capaces sólo de elevar la tensión, sin darse cuenta de que el interlocutor se está volviendo peligroso como una bomba disparada.
Es el escenario de muchas peleas familiares o de condominios, donde el conocimiento previo, la familiaridad adquirida, parecen eclipsar el hecho de que la ira, la frustración o los intereses siguen siendo un motivo capaz de difuminar la conciencia y, especialmente en la mesa frente a un vaso extra, de comprometer el ya frágil autocontrol.
Siempre tenga una clave para leer la situación
Prevención significa saber “leer” el contexto, la situación, el entorno físico, detectar el peligro que puede ser inherente a ellos.
Muchas veces, los que han sido atacados cuentan cómo los acontecimientos se han precipitado rápida e impredeciblemente.
De hecho, este no es el caso: con demasiada frecuencia ha habido una falta de claves de lectura en términos de atención al contexto y “mensajes” enviados por el futuro atacante…
Conocer estas claves de la lectura, puede marcar la diferencia entre ser capaz de resolver un momento crítico de una manera sin sangre, de acuerdo con una lógica preventiva, o estar involucrado en un episodio de violencia.
Por supuesto, no volveré a la posibilidad de “reconocer” a un criminal potencial simplemente de la cara que tiene o de la ropa que lleva (aunque a partir de estos elementos cualquiera es capaz de recoger algún elemento útil).
Simplemente repito el hecho de que toda generalización es arbitraria y peligrosa: se puede ser apuñalado por el energumeno clásico de todos los estereotipos, con bombardero, calabaza y cubierto de tatuajes, o el inmigrante, como del distinguido caballero de mediana edad con traje firmado, por no hablar de su novio / marido.
No puedes hacer criminología callejera.
Las teclas de lectura deben ser más sencillas e inmediatas.
Cuando encuentres a alguien delante (o detrás de ti), ya sea que sepas quiénes son o no, no te preguntes demasiado.
No sirve de nada.
Evalúe su propensión o no se lastime basándose en tres criterios simples:
- Capacidad
- Motivación
- Oportunidad
La capacidad del sujeto para dañarnos puede depender de varios factores:
- es decir, su toness físico,
- si tiene o no armas,
- ya sea que esté en grupo o solo,
- por la determinación que muestra,
- si conoce o no las técnicas de combate,
- etcetera.
Este es, por supuesto, un criterio difícil de evaluar, porque la pequeña toness físico puede no ser la garantía de que nos enfrentaremos a una persona resuelta y agresiva.
La posesión de armas puede no ser perceptible y su destreza de lucha suele ser una cosa que descubres cuando ya es demasiado tarde.
La motivación para atacarnos también puede depender de muchos factores, como el robo, el robo, la violación, la ira, pero, a diferencia de la capacidad del sujeto para hacerlo, este es un elemento en el que es posible intervenir al menos tratando de evitar que esta motivación aumente.
Aparte del caso de los agresores intencionales (los llamados “habituales”) hay una amplia gama de problemas que son causados por circunstancias fortuitas.
Es el caso clásico de los dos que luchan por un estacionamiento o por un gestaccio en el tráfico: tal vez uno de los dos había tenido un mal día, acababa de perder su trabajo o quién sabe qué más, y aquí una disputa trivial se convierte en la mecha que da fuego al polvo.
A veces la gente eclosiona una rabia reprimida que no espera nada más que salir a la luz pública.
Si cada uno de nosotros recordara el famoso dicho de “nunca conoces al tipo que tienes delante” no nos embarcaríamos en discusiones innecesarias, capaces sólo de endurecer los temperamentos y llevar a conclusiones impredecibles.
La oportunidad que damos a otros de golpearnos es el último pero quizás el ingrediente más importante de esta mezcla explosiva.
Por muy capaz y decidido que sea para enfrentarnos, no nos atacará a menos que tenga algunas condiciones tácticas favorables de su lado, en términos de atacar la posición y las rutas de escape.
En otras palabras, los que atacan deben ser capaces de hacerlo, y para ello necesitan algunas cosas, incluyendo:
- un oponente inatento o no preparado
- un oponente en una desventaja física, táctica o ambiental
Estas claves para leer la situación se pueden utilizar de una manera útil siempre que se encuentre con personas cuyas intenciones no se conocen.
En resumen, si usted está en presencia de una situación similar, hágase tres preguntas simples inmediatamente:
- ¿Es capaz? Es decir, es más robusto, está decidido, no está solo, ¿está armado?
- ¿Está motivado? ¿Su estado de ánimo está alterado, o podría tener intereses en el robo / violación, intimidación?
- ¿Tienes la oportunidad de golpearme? Soy incapaz de escapar, mi condición física o psicológica es la inferioridad, estoy demasiado cerca para organizar una reacción o escapar, ¿estoy en un lugar aislado?
Si respondes que sí a más de dos preguntas significa que estás en problemas y tienes que hacer algo, y de inmediato.
Lo primero que hay que hacer es centrarse en el segundo y tercer criterio (motivación y oportunidad) sabiendo que se puede hacer algo para reducir la propensión y la oportunidad de nuestro oponente a dañarnos, tal vez adoptando alguna técnica de desescalamiento y disuasión.
¡Estén atentos!
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